Opinión
Lárgate, Lasso
Por: Johnny Alvarado Domínguez
Como aviso anunciante el atentado que sufrió el alcalde de Durán, Luis Chonillo el pasado 15 de mayo puso en jaque a los alcaldes de los cantones más conflictivos del país. Aunque brindar seguridad no se enmarca entre sus competencias, la inercia del gobierno de Guillermo Lasso y su séquito de ineptos, sumado al peligro que sufre la ciudadanía en las calles generó que muchos candidatos a alcalde ofrezcan combatir la delincuencia; incluso comprometiendo sus escuálidos presupuestos.
Que tanto Durán, Guayaquil y Manta son ciudades asoladas por el crimen y el narcotráfico no es nuevo para nadie. Las tres urbes sufren constantes muertes por sicariatos. Lo ocurrido el domingo en Manta exacerbó a la ciudadanía que pidió la salida de Lasso. El presidente banquero nunca ha escuchado, mucho menos ha resuelto las necesidades más apremiantes del pueblo. En el supuesto afán de cumplir con los acreedores del país, ha dejado desangrar a una nación completa. Mientras asesinaban a mansalva al alcalde Agustín Intriago, uno de los que mayor aceptación tuvo en el país en el ámbito electoral; dentro de la penitenciaría del Litoral una batalla campal cobró la vida de 5 reos y dejó 11 heridos. Las imágenes que circularon en las redes sociales daban cuenta de la crueldad de los hechos, mientras el baldado presidente envió un escuálido, manido e insípido mensaje de condolencias a la familia del alcalde asesinado.
Lasso Mendoza, en estos 26 meses de gobierno no solo demostró ser un inepto, sino también indolente y falta cojones. Sus ministros se allanan a sus caprichos y un grupo de periodistas saltimbanquis aplauden y elogian su accionar. Mucho más un pequeñín con micrófono que ahora pretende desmarcarse del gobierno, pero apoya al continuismo de Lasso que figurará en la papeleta el próximo 20 de agosto.
Pero mientras el exbanquero sigue alimentando su ego, los alcaldes están amenazados. El hampa no les perdona que quieran poner orden en sus cantones. Sin embargo, ellos pueden inhibirse y exigir al estado, liderado por Lasso, que les brinde seguridad extrema y que dote de armamentos a la Policía. Solo en Guayaquil existen más de 20 UPC abandonados, patrulleros repotenciados pero inservibles y chalecos antibalas caducos. Todo a vista y paciencia de Pablito Arosemena y del capitancito Zapata quienes luego de cada masacre y crimen mediático aseguran que ahora sí se pondrán a trabajar, mientras el país sigue sumido en el caos.
El asesinato de Intriago no es un hecho aislado. Su muerte se suma al número que políticos y candidatos han sufrido en los últimos dos años. El crimen se da a cuatro semanas de las elecciones anticipadas convocadas luego que Lasso declaró la muerte cruzada y que solo así gobernaría sin contratiempos. Sin embargo, aún con ese comodín el enclenque gobernante no atisba una salida coherente al problema más urgente que tenemos como país. La condolencia de Lasso a la familia de Intriago solo generó repudio entre la ciudadanía.
Sin embargo, no solo el poder del crimen organizado preocupa a la sociedad, también genera caos el poco tiempo que tendrá el nuevo mandatario para resolver un problema que durante 6 años no solucionaron ni Moreno, ni Lasso.
Lo único seguro en este maremágnum de conflictos -salpicados con sangre- es que Guillermo Lasso Mendoza, lidera a una sarta de bobalicones que no han logrado darles paz a los ecuatorianos. Esa paz que, según ellos, era prioritaria y que la otorgarían en los primeros 100 minutos de gobierno.
Que nos quede de experiencia a los ecuatorianos para que nunca más voten por bucaneros cuyos objetivos son entrar a los libros de historia del país, aunque esa historia esté escrita con sangre. Por eso hoy me uno al grito: Lárgate, Lasso. (O)
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