Realidades y espejismos del PSC

Johnny Alvarado Domínguez- Periodista

El 10 de agosto de 1992 se constituyó en una fecha ícono para Guayaquil, luego de más de 10 años de padecer serios problemas en la administración municipal, la ciudad iniciaba un proceso de reconstrucción, de la mano el expresidente León Febres Cordero. Las administraciones del PRE entre 1984 y 1992 llevaron a la debacle social y económica al cabildo porteño.

Febres Cordero al mando de la urbe trajo consigo una serie de obras prioritarias que no solo aportó al desarrollo urbano, sino también impulsó la autoestima de los porteños que en esa época estaba venida a menos, como consecuencia de los aviesos intereses de los politiqueros de turno. En ese contexto, nadie duda del tesón que puso el líder socialcristiano al momento de reconstruir Guayaquil. Ocho años después dejó el cargo en manos de su coideario Jaime Nebot, quien impulsó grandes obras, aunque con observaciones realizadas por el mismo Febres Cordero al utilizar fundaciones para ejecutar trabajos que el cabildo las pudo ejecutar de forma directa. La misma insinuación la realizó en su momento el expresidente Rafael Correa, quien ironizaba que el modelo guayaquileño no tenía nada de exitoso, y que la escasa obra prioritaria se la solapaba con la regeneración urbana. Pero con más altos que bajos Nebot de mantuvo en el cargo por 19 años.

Ya con una ciudad adecentada, al menos en la obra física pintoresca; una social cristiana fue elegida para llevar las riendas de la urbe porteña.
La ciudadanía confío en un modelo cuestionado por amantes del deporte, ecología, cultura y de tendencia izquierdista. Así llegó Cynthia Viteri a la alcaldía, aupada por una maquinaria municipal y electoral con 27 años de experiencia dirigiendo a la ciudad.

A Viteri que arribó al sillón de Olmedo poco antes de que se desate la pandemia de Covid-19 no le ha ido bien dirigiendo Guayaquil. Bloqueó con camionetas la pista del aeropuerto, pero no pudo con la avalancha de enfermos y muertos. Además, en medio de la hecatombe, Viteri desapareció y mediante una foto junto a su exesposo anunciaba -con aires de justificación- que tenía Covid. Esos dislates, son solo el inicio de una cadena de desatinos que dan cuenta de su limitada gestión frente a la ciudad más peligrosa del país. Ante la actitud tan yerta de la alcaldesa, la oleada de criticas no se hicieron esperar. Las denuncias de corrupción sobre su gestión en el cabildo se transformaron en un escollo para el PSC. Pero ahí prefieren hacerse de la vista gorda hasta que mitigue el maremágnum.

Diario Expreso no escatimó esfuerzo en investigar las inversiones municipales y tampoco lo hace al momento de exponer los desaciertos de Viteri al mando de Guayaquil. Por ejemplo, salió a la luz que en las zonas cercanas a Daular, en donde se proyecta la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad, el exesposo de la alcaldesa adquirió 78 lotes de terreno. La negociación se realizó en medio de la pandemia. Nunca hubo una aclaración de la alcaldesa, ni de su exesposo.

Y mientras Guayaquil está sumida en la delincuencia y el narcotráfico, del Cabildo solo llegó una lacónica propuesta de construir una cárcel en una isla, sin detallar de dónde se gestionarán los recursos, el tiempo que tardará la construcción, la logística que se requiere, ni la mecánica de funcionamiento. Dijo que le entregará al gobierno de Lasso un informe preparado con un grupo israelita para combatir la inseguridad, pero todo quedó en bla, bla y otro bla.

Pero no solo es la oferta incumplida del informe, en junio Viteri llevó 60 camionetas del municipio con más de 100 metropolitanos y asistió al encuentro sobre seguridad que había organizado el Gobierno. Pero solo hicieron bulto porque Viteri no llevó ni plan, ni estrategia. Así que es fácil atisbar lo que prometió para llegar a la alcaldía y lo que ejecutó. Al parecer tener una piscina con olas, es más importante que la seguridad ciudadana. Los PSC siempre dan dilatorias a las obras de importancia. Anótelo (O)