Opinión
Carta abierta a mis amigos de Durán
Leonardo G. Ponce.
Periodista de investigación – www.TierraDeNadie.ec
Esta pudo ser una carta feliz. Pude escribir sobre sus maravillosos atardeceres, la calidez de su gente o sobre el día que en Las Cabras, perdido, una tierna abuela me dio su bendición y me compartió su pan sin siquiera conocerme. Durán es una tierra hermosa, pero estoy seguro que de eso leen muy poco.
Pude escribir de aquello que se ha dicho tanto: que el milagro del tren nació en Durán. Que su puerto se alimenta de las aguas del Pacífico y la industria tiene ganas de crecer. Que en sus calles hay ganas de trabajar y prosperar, que la esperanza por días mejores no ha muerto. Estoy seguro que de eso escuchan poco.
Pero esta no es una carta feliz. En sus calles la esperanza esquiva las balas y los deseos de días mejores son el botín que se reparte un grupo de caciques. Inmundos cobardes que sin sus colmillos heredados no son más que miserables comerciantes de pobreza. Esos… los mismos que escapan de la ley por los tejados. Trafican tierras, ordenan sicarios contra periodistas y opositores. Esos, los mismos que sobornan la balanza de la justicia para que nadie se dé cuenta quiénes tienen secuestrada el agua de su ciudad.
Conocemos sus nombres. Ustedes mejor que yo. Y antes que el alcalde que se va me llame a amenazarme -de nuevo-. No, señor Narváez, esto no va en su contra, no me refiero a usted ni a su familia. No seré yo el dedo pulgar del César: la ciudad misma es, a los políticos, lo que el Dios a los cristianos. Que el Universo le devuelva con creces todo lo que hizo por Durán. Lo digo sinceramente.
Mis amigos de Durán. Esta carta no es para felicitarles por un día especial. ¡Qué más quisiera! Les escribo con gratitud, cariño y también con coraje, porque al igual que ustedes yo deseo días mejores para sus hijos. Pero eso dependerá de los que se atrevan a levantar su voz, perder el miedo y desterrar a los injustos. Recuerden lo fuertes que son: El pueblo manda y siempre tiene la última palabra. Esa tierra que está bajo sus zapatos es la misma que labraron sus ancestros, juntando el mar y la montaña, dando a luz una nueva era para nuestro país.