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El trastabillar constante de Noboa
Por: Johnny Alvarado Domínguez, periodista
Las cifras sobre la popularidad del presidente Daniel Noboa están polarizadas. A menos de un año de regresar a las urnas, las opciones de ganar o perder se agazapan en el limbo.
Según la última encuesta de Click Report, el Mandatario ecuatoriano tiene un 53,14% de popularidad. Sin embargo, un sondeo realizado por Omar Maluk, quien fue director fundador de la Escuela de Negocios de la ESPOL, da cuenta que el 53% de los ecuatorianos desaprueba la gestión de Daniel Noboa. La divergencia porcentual, genera duda.
En el 2025 el pueblo ecuatoriano lo puede ratificar en el poder o adjudicar el boleto de regreso a casa y a sus empresas.
Demos un vistazo a las contradicciones del presidente. Uno de los puntos más álgidos fue el aumento del IVA y el simultáneo incremento de la ola de violencia en el país. El alza del impuesto estaba destinada a sostener la lucha contra el crimen organizado. Así lo argumentaron en el discurso, pero la realidad fue distinta.
El Plan Fénix que promociona el Gobierno, no dio resultado. Al menos el clima de inseguridad se mantiene en gran parte del país. Eso, sin contar con las promesas incumplidas.
Dijo -en campaña- que no incrementaría los impuestos, ni el precio de los combustibles, pero en la práctica lo hizo. Uno de los puntos más bajos de Noboa, no fue precisamente el apagón nacional que sufrió el país el miércoles pasado.
El corte energético, más allá de exacerbar a sus más fervientes seguidores hizo dudar al país entero sobre si en realidad tiene capacidad para gobernar con aplomo. Al menos quienes lo auparon al principio, ahora marcan distancia.
El PSC, que en los primeros meses fue cercano al Gobierno de Noboa, se aleja y le pone reparos a su forma de llevar las riendas del país. Nada raro en ellos, siempre fue una práctica común en sus filas. Aplauden al inicio, luego brincan y bailan sobre las cenizas de sus ex acólitos,
El más notorio de los desplantes -sin duda- lo hizo el expresidente Oswaldo Hurtado, quien a inicios del periodo de Noboa lo tildó de estadista y ahora asegura que, de su mano, el país no va a ningún lado. Hurtado lideró la Democracia Popular, apoyó al nefasto gobierno de Jamil Mahuad y simpatizó abiertamente con el régimen de Guillermo Lasso.
Más allá de los ataques que sufre por parte de sus adversarios políticos y hasta de quienes le dieron su voto de confianza para levantarse con el triunfo en octubre pasado, el mayor enemigo de Noboa -parece ser- el mismísimo Noboa. Incoherencias, dichos, entredichos y su falta de experiencia dejan al presidente al borde de un intento fallido por mantenerse en el cargo hasta el 2029.
La pugna con su vicepresidenta, Verónica Abad, lo muestra como un político novel y pueril, que no pudo elegir a su binomio y que ahora pretende escamotear algo que por ley debe ocurrir: Encargar el poder a su vicepresidenta mientras inicia su campaña camino a la reelección.
El revés de mayor connotación internacional es -sin duda- las declaraciones que hizo al periodista Jon Lee Anderson y que se publicaron el lunes 17 de junio en The New Yorker, una revista de gran influencia y prestigio. No en vano por sus páginas pasaron distinguidos periodistas como Truman Capote y Stephen King. Además, es muy complejo que a esta publicación y al periodista que realizó la nota alguien los desmienta.
Una vez más Noboa pagó caro su inexperiencia. Uno de los puntos claves que debe tomar en cuenta el presidente y sus asesores de comunicación, es la trayectoria del periodista que tendrá enfrente, pero al parecer esa información les pareció un asunto baladí.
En la entrevista el destacado periodista narra que, al llegar a su primer encuentro con Noboa en Quito, el presidente estuvo silente durante varios minutos. Cuando le consultó, cómo estaba, respondió: “Sobreviviendo”. Luego relató que una docena de sicarios con el objetivo de matarlo habían intentado ingresar a Ecuador por la frontera con Colombia y que las fuerzas de seguridad frustraron un intento de matarlo a inicios de este año. Pero del relato presidencial no existe una bitácora -militar o policial- que lo corrobore o lo desmienta, o al menos no se hizo público. Así lo señala un reportaje de la CNN, en donde el autor de la nota asegura que le sorprendió la discusión en público que hizo Noboa al periodista de un acto que calificó de “altamente confidencial”.
Sin embargo, lo más controversial de las declaraciones de Noboa y que puso en el tapete su diplomacia como presidente, son las opiniones que esgrimió de sus homólogos de Brasil, El Salvador, Argentina y Colombia. Por ejemplo, la más controvertida e inesperada fue sobre el brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva, por tratarse de un emblema de la izquierda latinoamericana y con quien Noboa dijo sentirse más identificado.
Mientras que ve al colombiano Gustavo Petro como “un snob izquierdista”, al salvadoreño Nayib Bukele como “arrogante” y al argentino Javier Milei “lleno de sí mismo». No sé por qué él piensa que es tan genial. No ha logrado nada desde que asumió la Presidencia. Parece lleno de sí mismo, lo que es muy argentino, por cierto”, apostilló el mandatario ecuatoriano.
La declaración no tendría mayor relevancia, si la hubiera hecho un ciudadano común y no un presidente de este o cualquier otro país. Noboa representa al Estado y por lógica, sentido común y coherencia no puede hablar mal de otros mandatarios. Si no es de su simpatía alguno de ellos, “muérdase la lengua” porque sus opiniones pueden repercutir en las relaciones diplomáticas con otras naciones.
Una vez que la nota periodística dio la vuelta al mundo, la Secretaría de Comunicación trató a ultranza de asegurar que la información fue sacada de contexto y que no refleja lo que Noboa pretendió expresar. Dudar del profesionalismo y la ética del periodista Jon Lee Anderson y de la credibilidad del medio solo sirve para ahondar los desatinos diplomáticos de Noboa y la nula capacidad de reacción del séquito de comunicadores que son parte de la Secom.
Con todo este derrotero de imprecisiones y trastabillar constante, el camino de vuelta a Carondelet cada vez se torna más empinado. (O)
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