Cuando la credibilidad se pierde

Por: Johnny Alvarado Domínguez – Periodista

El cimiento más firme de un periodista es la credibilidad. Es un criterio generalizado. “El capital más grande de un medio y de un periodista es ese”. La premisa puede ser de cualquier ciudadano, con una gran diferencia: el periodista la debe mantener, porque es su principal herramienta profesional al servicio de la sociedad. El enunciado sobre la credibilidad aparece publicado en cualquier libro de periodismo. Tanto en los que tratan temas intrincados sobre el oficio, como en aquellos en donde con uno o dos párrafos sucintos se determina el concepto.

Los estudiantes de periodismo y comunicación, desde los primeros semestres conocen de su importancia y la defienden sin ambages. Y también saben que, si la pierden tienen luz verde para “audicionar” como payasos de circo. Y paso libre para instalar una panadería, con el respeto que se merecen quienes ejercen ambos oficios. La credibilidad es la esencia del periodismo y bajo ningún concepto se la debe perder. Álex Grijelmo, el “genio del idioma” y el periodista más influyente de habla hispana, asegura que la credibilidad se rompe cuando uno se equivoca y no lo reconoce.

La regla es clara y no permite interpretaciones erróneas ni ambigüedades. Los periodistas no tenemos salida, ni negociaciones de ningún tipo si la perdemos. Si eso ocurre, es hora de buscar otro oficio porque acá, en el periodismo no tienen espacio. Sin embargo, la credibilidad está tan venida a menos; y mucho más en los políticos. Sí, en aquellos que van de puerta en puerta ofreciendo lo que saben que no podrán cumplir. En aquellos que juran ante su pueblo que lo sacará de la pobreza y hacen lo contrario. Ellos pierden credibilidad todos los días.

Demos un vistazo a las más grandes falacias a las que fue sometido el Ecuador. Hace tan solo 3 años, Guillermo Lasso Mendoza llegó a la presidencia con un discurso manido. Dijo “tener la solución para enfrentarla crisis económica del país, combatir la inseguridad y devolverle la dignidad al pueblo ecuatoriano”. Dijo que la solución la daría en tan solo 100 minutos. Se quedó 900 días y los resultados fueron funestos. Su inercia en el poder ahondó la crisis financiera del país e inició la segunda diáspora de ecuatorianos al extranjero.

La primera fue el 1999, luego del feriado bancario cuando Lasso Mendoza fue ministro de finanzas y muy cercano al expresidente Jamil Mahuad. Las cifras lo afianzan. Entre 2021 y 2022, 189 mil ecuatorianos salieron del país. Este número supera el saldo migratorio de los últimos 12 años y es muestra clara de la nueva ola migratoria que enfrenta Ecuador. El número puede resultar ínfimo porque toma en cuenta los arribos o salidas registradas en puntos de control migratorios oficiales. En ellas no se refleja la migración irregular que está vinculada con el tráfico de migrantes. De ahí que la cifra real debe ser superior a las que presentan las autoridades locales.

Por ejemplo, según un artículo del medio digital Primicias, entre enero y junio de 2022, 10 527 ecuatorianos fueron detenidos en la frontera entre Estados Unidos y México. El número de migrantes indocumentados retenidos manda al traste los números oficiales. La ola migratoria tiene un vínculo muy estrecho con el aumento de los niveles de criminalidad en el país. Muchos ecuatorianos no solo huyen del desempleo sino también de la inseguridad que afronta la ciudadanía. Así, Lasso perdió la credibilidad y terminó su efímero y atolondrado paso por el poder como una popularidad paupérrima y sin autoridad. En ese mismo contexto el presidente Daniel Noboa, también dijo tener soluciones a todos los males que nos aquejan.

Prometió sacar al Ecuador de la pobreza, no subir el IVA, no incrementar los precios a los combustibles y declararle la guerra a la delincuencia. Todas fueron promesas de campaña, pero ya con las cartas sobre el tapete la realidad fue distinta. El IVA aumentó en 3 puntos, el precio de los combustibles se incrementó, así como la delincuencia y el crimen organizado.

En las calles el clima de inseguridad no da tregua; mientras las autoridades gubernamentales buscan posicionar la idea de que todo está bajo control. Una muestra contundente de que Lasso y Noboa son muy similares en forma y fondo son sus arremetidas contra el crimen organizado en Durán. La ciudad más violenta del Ecuador fue visitada tanto por Lasso y como por Noboa. El libreto es el mismo. A finales de septiembre de2023, Guillermo Lasso llegó al cantón Ferroviario acompañado de 500 soldados y500 policías. La faramalla ilusionó a los habitantes que vieron a Lasso arribar acompañado de vehículos blindados Cobra y flanqueado por su ministro de Gobierno, Henry Cucalón, quien ahora es candidato a la presidencia. La pantomima de incursión militar no dio resultado. A finales del 2023 Durán registró una tasa de muertes violentas de 145,43 casos por cada 100.000 habitantes. Sin duda la más alta en una ciudad ecuatoriana. Hace más de un mes Noboa también visitó el cantón.

Llegó acompañado de militares y policías, y escoltado con tanquetas de guerra. A diferencia de Lasso, lució chaleco antibalas y casco como medidas de protección. En su intervención dijo que era el primer paso para la toma definitiva de Durán por parte del Gobierno Central. Intervino el sector La Delia con 1,100 efectivos militares y policiales, y encontraron, según dijo en su cuenta X, una oficina paralela al Municipio de Durán desde la cual se realizaban trámites que contribuyen al tráfico de tierras y negocios ilícitos. Dijo no tener miedo y que estarán ahí con acciones. Hace tan solo una semana, la Policía Nacional realizó un operativo en Durán, Samborondón, Daule y Pascuales y capturó a 24 sospechosos, entre ellos funcionarios del Municipio de Durán, de la Agencia de Tránsito y del Cuerpo de Bomberos.

La cifra de muertes violentas es alarmante. Tan solo hace tres semanas se ubicaba en 260 muertes violentas, el doble de las ocurridas en el mismo periodo de 2023. Esto da cuenta que por más aspaviento que arme el gobierno de turno, los números no van de la mano con sus acciones. El plan Fénix no da resultados y el Estado sigue en desventaja en su guerra contra la delincuencia, mientras la credibilidad del Gobierno se pierde. El problema en sí radica en que mientras los periodistas tratan de mantenerla porque es su única carta de presentación, los políticos se despojan de ella sin reparos, porque su credibilidad y sus conciencias navegan por los mismos albañales. (O)