Durán es una ciudad conformada de gente obrera hasta la médula, al durandeño nadie lo detiene al momento de generar oportunidades cuando estas son evidentemente escasas. Por el desempleo, al no encontrar nada cruzando el puente, se arriesga a emprender y sólo el que es muy valiente lo puede hacer.
Es la persona, es la familia que desea mejorar un poco más su situación económica, haciéndolo de forma honesta y sacrificada, enseñando a los más pequeños el valor de cada centavo, brindando siempre a sus clientes una sonrisa cuando entrega su producto, preocupándose por los detalles y por la calidad.
Pero a pesar de todo se escucha con frecuencia: «Ya no se puede camellar tranquilo», bien sea por la constante rotación de personal en las grandes empresas o por los «amigos de lo ajeno» que, por desesperación o por vagancia, optan por el camino «fácil», arrebatar el esfuerzo de otros sin importar las consecuencias. Causa indignación que esto suceda a diario y cualquier acción que se tome por mano propia, con tal de defender lo que es suyo, será bien visto por la sociedad.
Las escasas condiciones y oportunidades para mejorar nuestra calidad de vida vuelven vulnerable al emprendedor y esto hace que continuamente tome diferentes decisiones causando inestabilidad e incertidumbre por su negocio y esas mismas condiciones abren la puerta al caldo de cultivo perfecto para el incremento de la inseguridad, para el tráfico de drogas y para el sicariato.
La medicina para acabar con estos males es el trabajo honrado. La generación de empleo es la clave para tener un Durán con D de Desarrollo.