Por: Jhonny Alvarado.
Sitiados por la delincuencia, así vive el Ecuador y en especial Guayaquil. La urbe puerto se ha convertido en el centro de operaciones del crimen organizado. Delitos de todo tipo que, si bien no son ajenos a los habitantes, se desbordaron en los últimos 10 años. Sin embargo, la situación más apremiante son sicariatos y extorsiones que cada vez ganan terreno.
Lo ocurrido el 14 de agosto pasado en el Cristo del Consuelo, se registra como un narco atentando. Las bandas que operan en la ciudad trabajan bajo el perfil de imitación. Emulan crímenes como se los comenten en México y con eso intimidan a la ciudadanía. Pero mientras todos quienes habitan en Guayaquil saben que la guerra de bandas narcodelictivas ha desencadenado este problema y que un alto porcentaje de los fallecidos, víctimas del sicariato, tienen antecedentes penales. La Policía Nacional no encuentra salida y muchos menos los insulsos y anodinos políticos a cargo del país.
Mientras las bandas operan de la forma más organizada y burlan la vigilancia policial, las cámaras de seguridad y el endeble sistema de justicia, al otro lado de la orilla encontramos funcionarios que han habitado en ciudadelas amuralladas y recorrieron el país con guardaespaldas. Como aquel tristemente célebre representante del ejecutivo que pretendió reducir la delincuencia con luces led.
El gobierno debe aceptar que la lucha contra el hampa es desigual. Mientras en una esquina batallan lobos, choneros y tiguerones, el Estado solo cuenta con una ristra de hue..nes . (O)